01 sep 2018 / 16 nov 2018 15:30
La Universidad Nacional Autónoma de México (unam) es decana de las editoriales universitarias en México. La unam comenzó a editar en 1910 –prácticamente cuando nació– y sus ediciones han servido de modelo para el libro académico que, por lo general, tiene su origen en las investigaciones realizadas en sus cubículos y laboratorios. Esa vocación de difusión del libro ha mostrado la Universidad cuando en la década de 1920 abrió campañas para alfabetizar al país y cubrir el territorio mexicano de bibliotecas; cuando desde hace más de 90 años inició los cursos de profesionalización para editores; cuando en 1938 introdujo a México los primeros tipos de imprenta matemáticos, astronómicos, químicos y griegos; cuando organiza la feria del libro de mayor tradición en México; y cuando mantiene vigente la primera colección de libros dirigida a la formación de personas del mundo del libro. El sello editorial universitario es de abolengo porque tiene historia pero también es de pervivencia porque se ha preocupado por dar continuidad a los proyectos y por mirar hacia el futuro.
Para la unam no es posible romper la integración entre vida universitaria y libros, porque la Universidad es una comunidad de lectura y escritura de trascendencia social. En efecto, se ha reiterado que su rico y variado patrimonio cultural y académico encuentra en la palabra impresa el medio capital para su preservación y proyección. El libro ha servido para cubrir una parte importante de cada una de las tres misiones de la Universidad: la docencia, la investigación y la difusión de la cultura. La Universidad viene publicando textos de apoyo a la docencia, libros y artículos especializados que son el resultado de su investigación en todas las ramificaciones del conocimiento y obras de difusión de la cultura nacional e internacional. En este artículo, el lector podrá conocer de manera más precisa la historia y los títulos que conforman las colecciones de la literatura en México, que han visto la luz gracias a la unam.
La Imprenta Universitaria y la Biblioteca del Estudiante Universitario
Desde un principio, en la Imprenta Universitaria se buscó dar coherencia al catálogo universitario por medio de algunas colecciones como: Biografías Populares, de 1936, en donde aparecerían las biografías de Francisco Giner de los Ríos, fray Pedro de Gante, fray Servando Teresa de Mier, Justo Sierra y Manuel Crescencio Rejón, entre otros; Biblioteca de Clásicos Mexicanos, de 1937, con autores como Manuel Gutiérrez Nájera, Ramón López Velarde y Carlos de Sigüenza y Góngora y textos como el Popol-Vuh y el Chilam-Balam; así como Pensadores de América.
Bajo la dirección de Francisco Monterde Fernández, en 1939 los talleres universitarios de impresión comenzaron Biblioteca del Estudiante Universitario, la colección de mayor tradición que sigue publicando la Universidad. En formato de bolsillo seguía el modelo ensayado por la colección Albatross fundada por Kurt Enoch en Hamburgo, Alemania (1931), que reprodujeron las colecciones Penguin de Allen Lane en Inglaterra (1935), Austral de Gonzalo Losada en Argentina (1937) y Pocket Books de Robert de Graff en los Estados Unidos de Norteamérica (1939).
Imagen 1. Hilaire Belloc, Richelieu, Hamburgo/ París/ Bolonia, Albatross, 1931. Biblioteca Nacional de México.
Se buscaba ofrecer títulos a precios ínfimos logrados por grandes tirajes y materiales baratos. Biblioteca del Estudiante Universitario ha ido reuniendo a autores como: Lucas Alamán, Ignacio Manuel Altamirano, Mariano Azuela, Francisco Bulnes, Antonio Caso, Francisco Cervantes de Salazar, Francisco Javier Clavijero, sor Juana Inés de la Cruz, Rafael Delgado, Juan José de Eguiara y Eguren, José Joaquín Fernández de Lizardi, Gonzalo Fernández de Oviedo, Ricardo Flores Magón, Federico Gamboa, Manuel Gamio, Joaquín García Icazbalceta, Enrique González Martínez, Martín Luis Guzmán, Benito Juárez, Ramón López Velarde, Amado Nervo, Juan de Palafox y Mendoza, Manuel Payno, José Peón y Contreras, Guillermo Prieto, Emilio Rabasa, Ignacio Ramírez, Miguel Ramos Arizpe, Alfonso Reyes, Vicente Riva Palacio, Juan Ruiz de Alarcón, Victoriano Salado Álvarez, Carlos de Sigüenza y Góngora, Juan José Tablada, fray Servando Teresa de Mier, José Vasconcelos, Niceto de Zamacois y Francisco Zarco. De los autores fundamentales para la cultura mexicana se seleccionaron sus mejores obras.
Imagen 2. Juan Ruiz de Alarcón, Los pechos privilegiados, México, unam (Biblioteca del Estudiante Univeritario), 1939. Hemeroteca Nacional de México-Biblioteca Nacional de México.
El primer volumen fue el Popol Vuh que apareció como El libro del Consejo. También hay que decir que los prólogos constituyen un género aparte por la originalidad y hondura de sus críticas. Ejemplo de esto son las letras de, entre otros, Ermilo Abreu Gómez, Arturo Arnaiz y Freg, Antonio Castro Leal, Alí Chumacero, Fernando Curiel, José Fuentes Mares, José Gaos, Ángel María Garibay, Federico Gómez de Orozco, Francisco González de Cossio, Julio Jiménez Rueda, Miguel León-Portilla, Mauricio Magdaleno, Mario Mariscal, José Luis Martínez, Pilar Máynez Vidal, Francisco Monterde, José Rojas Garcidueñas, Antonio Mediz Bolio, Gabriel Méndez Plancarte, Edmundo O’Gorman, Manuel Romero de Terreros y Agustín Yáñez. El propósito original de la colección se describió con las palabras:
Dentro de las actividades del Servicio Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México, se considera como una de las más importantes la reimpresión de aquellas obras de literatura e historia que los estudiantes deben conocer, de las que existen pocos ejemplares en bibliotecas y librerías.[1]
Los directores de Biblioteca del Estudiante Universitario han sido Francisco Monterde, Agustín Yáñez, Roberto Moreno de los Arcos, José Emilio Pacheco y Fernando Curiel. Muy importante fue el trabajo de su diseño gráfico que lograron en ella Julio Prieto, Francisco Monterde Fernández, Francisco Moreno Capdevila y Alberto Beltrán, y que contribuyeron para convertirla en una referencia de la edición del siglo xx en México.
A partir de 1978 se publicaron algunos títulos que no correspondían con la esencia de la colección Biblioteca del Estudiante Universitario. Se trataba de textos políticos como Introducción a los problemas de la ciencia jurídica de Héctor Raúl Sandler, José Artigas: conductor rioplatense 1811-1820, Juan Marinello: escritos sociales, La mujer marginada por la historia de Ruth Burgos Sasscer, ¿Qué es la reforma política? La prueba electoral del 79 de Javier López Moreno o Textos de combate de José Martí. En 1984 se tomó la decisión de excluir esos títulos y volver a la numeración de la colección. Por eso se repiten los números del 103 al 112 y el catálogo de la colección sólo lo menciona brevemente.[2]
La Universidad inició, junto con la Editorial Elede, su proyecto editorial más ambicioso hasta entonces: la coedición de los 30 tomos del Archivo del General Porfirio Díaz con prólogo y notas de Alberto María Carreño. En este periodo la Universidad generó títulos como Homenaje a Bergson del Centro de Estudios Filosóficos encabezado por José Gaos (1941), Archipiélago de mujeres de Agustín Yañez (1943), Arte precolombino de México y de la América Central de Salvador Toscano (1944), Reales cédulas de la Real y Pontificia Universidad de México de 1551 a 1816 en versión de John Tate Lanning y con un estudio preliminar de Rafael Heliodoro Valle (1946) y Arte colonial en México de Manuel Toussaint (1948).
Rubén Bonifaz Nuño era el director de Publicaciones en 1944. La Imprenta Universitaria fue incorporada el 7 de abril de 1946 a la Dirección General de Difusión Cultural, creada en ese día bajo y a cargo de Alfonso Pruneda. Al siguiente año, la Dirección General de Difusión Cultural se transformó en Dirección General de Actividades Académicas y Difusión de la Cultura y se creó el Departamento Editorial de la Universidad, a cargo de Francisco Monterde. En esta nueva estructura, la Imprenta Universitaria tuvo como regente a Inocencio Armendáriz y se adquirió nuevo equipo, incluyendo nuevas familias tipográficas.
Bajo la dirección de Henrique y Pablo González Casanova, la unam publicó entre 1944 y 1947 una serie de libros de pequeño formato con piezas literarias breves de escritores de lengua española. En tres años, la colección Lunes llegó a 31 volúmenes: Algunas cosillas de Pito Pérez que se quedaron en el tintero de José Rubén Romero, Amor que cayó en castigo de Artemio de Valle-Arizpe, Ansina María de Berta Domínguez D., Chirrín y la celda 18 de Francisco Rojas González, Cuentos mayas de Alfredo Barrera Vázquez, El caso de mi amigo Alfazeta de Bernardo Ortiz de Montellano, El crimen de tres bandas de Rafael Solana, El doctor Fu Chang Li de Octavio G. Barreda, El jurado de Mariano Azuela, El machete de Julio Posada, El mayor Fidel García de Francisco Monterde, El secreto de la reina Amaranta de Alfredo Cardona Peña, El zaratán de Juan Ramón Jiménez, Ésta es mala suerte de Agustín Yáñez, Gunther Stapenhorst de Juan José Arreola, Kilchil de Martín Luis Guzmán, La casa del grillo de Alfonso Reyes, La cita de José Vasconcelos, La Guamoteña de Pedro Jorge Vera, La misa de gallo de Arturo Uslar Pietri, La nueva amante de Ricardo Garibay, La puerta en el muro de Francisco Tario, La última erranza de Joaquín Gallegos Lara, Los contrabandistas de Adalberto Ortiz, Los títeres y la quiromancia de Bernardo Jiménez Montellano, No sé quién soy de Lino Novás Calvo, Nuevo cuento de cuentos de Pablo Dolores Ake, San Abul de Montecallado de Félix Pita Rodríguez, Taita, diga usted cómo de Onelio Jorge Cardoso, Tres nuevos cuentos de Juan Pirulero de Ermilo Abreu Gómez y Un niño en Valparaíso de Luis Enrique Delano.
Durante los años cincuenta del siglo xx, el coordinador de Humanidades Agustín Yañez encargó una encuesta entre el público en el área humanística y editó los textos propuestos en la Biblioteca del Estudiante Universitario, determinando el tiraje en 5,000 ejemplares. Ante este hecho, Horacio Labastida ideó la fundación de la colección Cultura Mexicana orientada al público en general y que tuvo vida entre 1952 y 1961.
La huella de los exiliados españoles en la cultura editorial mexicana
La Guerra Española que inició como una rebelión militar en 1936 provocó que muchos intelectuales iberos renunciaran a la realidad física de España y México se benefició de aquellos transterrados como: Luis Buñuel, León Felipe, José María Gallegos Rocafull, José Gaos, Agustín Millares Carlo, Luis Recaséns Siches, Wenceslao Roces, Adolfo Sánchez Vázquez, Remedios Varo o Joaquín Xirau Palau.[3] Ellos enriquecieron el panorama cultural del país.[4] “Y es que, mientras, en España la dura postguerra limitó el desarrollo de la industria editorial, en México, los años cuarenta y cincuenta iniciaron una época dorada, a la que se sumaron prácticamente todos los refugiados relacionados con el arte y las letras”.[5]
Los transterrados fundaron por sí mismos, o con ayuda de mexicanos, numerosas editoriales como Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana, uteha (José María González Porto en 1937), Ediciones Quetzal (Ramón J. Sender en 1939), Editorial Atlante (Juan Grijalbo en 1939), Editorial Atlántida (José Bolea y Vicente González Palacín en 1939), Editorial Séneca (José Bergamín en 1939), Editora y Distribuidora Iberoamericana de Publicaciones, Ediapsa (por Martín Luis Guzmán y Rafael Giménez Siles en 1939), Costa-Amic (Bartomeu Costa Amic en 1940), Editorial Quetzal (Ramón J. Sender en 1940), Editorial Minerva (Ricardo Mestre, Miquel Ángel Marín y Ramón Pla Armengol en 1940), Editorial Xóchitl (Eduardo de Ontañón Levantini en 1941), Editorial Bajel (Epifanio Madrid y Enrique Naval en 1942), Ediciones Leyenda (Vicente González Ambit y José Bolea Gorgonio en 1943), Editorial Prometeo (Libertad Blasco Ibañez en 1943), Catalònia (Avel lí Artís en 1944), Editorial Isla (Manuel Altolaguirre y María Luisa Gómez Mena en 1945), Grijalbo (Juan Grijalbo en 1949), Editorial Esfinge (Agustín Mateos Muñoz en 1952), Editores Mexicanos Unidos (Fidel Miró Solanes en 1954), Era (Neus, Jordi y Quico Espresate, Vicente Rojo y José Azorín en 1960) y Joaquín Mortiz (Joaquín Díez-Canedo en 1960). Otras editoriales establecidas por exiliados españoles fueron Arcos, Biblioteca Catalana, Centauro, Cima, Club del Libre Catalá, Comunitat Catalana de Mexic, Continental, Ediciones Educación, Ediciones España, Ediciones Jurídicas Hispanoamericanas, Ediciones Libro-Mex, Ediciones Rex, Editorial Moderna, España Nueva, Esculapio, Lemuria, Lex, Magister, Norte, Oasis, Orión, Proa y Vasca Ekin.[6] El cambio para México fue tan impresionante que si en 1930 había cinco editoriales que, según los datos de Moisés Ochoa Campos, más o menos funcionaban, para 1944 ya sumaban 116.[7]
Los transterrados transformaron la arquitectura cultural de México al fundar las librerías de la Unión Distribuidora de Ediciones, Cide, Madero, Góngora, México Lee, Washington, ideaa, Librerías de Cristal, El Gusano de Luz, Quetzal, Librería Técnica de Manuel Bonilla, Librería de Humbert Santos, Librería Ambulante de José Ramón Arana, Juárez y además de varias imprentas como Bolea, Fuentes, Gráfica Panamericana, Madero y Galache. Ellos trajeron la experiencia en ilustración, diseño, escritura, traducción y edición, elementos que renovaron los criterios editoriales en México y las publicaciones de la Universidad se beneficiaron de ello durante las décadas de 1940 y 1950. Y fue en el diseño de las revistas universitarias y las portadas de los libros, los espacios que experimentaron un cambio trascendental; aunque esa renovación coincidió con los esfuerzos de la carrera de artes del libro de la Escuela Central de Artes Plásticas cuyo plan de estudios de los años 1931 y 1932 incluía el Taller de Carteles Artísticos que en 1939 se convirtió en el curso de Carteles y Letras, que derivó en Dibujo Publicitario y luego en la carrera de Diseño Gráfico.[8] También coincidió con la vena proveniente de la Escuela de las Artes del Libro fundada en 1938 por Francisco Díaz de León y en la que se enseñaba grabado y encuadernación.[9] “Gabriel García Maroto, Carlos Ruano, Josep Renau, Max Aub y Miguel Prieto participaron en las revistas Futuro, Romance o Revista de la Universidad”.[10]
Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana
Otra colección de reconocimiento internacional se fundó en 1944 bajo la dirección de Mario de la Cueva: la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana.
Imagen 3. Platón, Hipias mayor/ Fedro, México, unam (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana), 1966. Biblioteca Nacional de México.
Fue manejada por la Imprenta Universitaria hasta que en 1967 se fundó el Centro de Traductores de Lenguas Clásicas que en 1973 se transformó en Centro de Estudios Clásicos del Instituto de Investigaciones Filológicas, entidad que, desde entonces, se ha encargado de ella.[11] Actualmente, en 2015, el director de la colección es Bulmaro Reyes Coria. Esta colección bilingüe yuxtalineal, joya rara en el mundo hispano, mantiene un prestigio al nivel de la biblioteca de escritores griegos y romanos de la casa Teubner de Alemania. Sus títulos reúnen las obras clásicas griegas y latinas de Albio Tíbulo, Alejandro de Afrodisia, Andócides, Apuleyo, Arato, Aristóteles, Aulo Gelio, Calímaco, Catulo, Cayo Julio César, Claudio Rutilio Damaciano, Cornelio Nepote, Demóstenes, Euclides, Eurípides, Galeno, Gorgias, Heródoto, Hesíodo, Hipócrates, Homero, Horacio, Jenofonte, Lisias, Lucano, Marco Aurelio, Marco Fabio Quintiliano, Marco Tulio Cicerón, Marco Valerio Marcial, Menandro, Ovidio, Persio Flaco, Petronio, Píndaro, Platón, Plauto, Plutarco, Propercio, Salustio, Séneca, Tácito, Terencio, Tito Calpurnio Sículo, Tito Livio, Tito Lucrecio Caro, Varrón y Virgilio. Son obras transcritas, traducidas, anotadas, prologadas y comentadas por especialistas como René Acuña, Antonio Alatorre, Juan Antonio Ayala, Martha Elena Bojorquez, Rubén Bonifaz Nuño, Demetrio Frangos, Amparo Gaos, Antonio Gómez Robledo, Roberto Heredia, Tarcisio Herrera Zapién, Francisco Montes de Oca, José Quiñones, Bulmaro Reyes Coria, Lourdes Rojas Álvarez, Rafael Salinas, Ute Schmidt Osmanczilt, Pedro C. Tapia y Germán Viveros Maldonado. El grabado de la colección, versión ovalada del escudo universitario, fue diseñado por Francisco Moreno Capdevilla. Fue “una variante moderna y delicada de su logotipo”.[12]
Dirección General de Publicaciones
La Imprenta Universitaria pasó a la Dirección General de Publicaciones en 1955, dependencia creada en ese año con la finalidad de extender los beneficios de la cultura atendiendo los procesos técnicos y editoriales. A la nueva dependencia se le dio la misión de convertir en libros los originales que presentan los investigadores y profesores y auxiliares a la Universidad en la divulgación de los conocimientos.[13]
También, la Dirección se responsabilizó de la Revista Universidad de México. Su primer director fue Henrique González Casanova, quien duró en el cargo de 1955 a 1961. El traslado a Ciudad Universitaria se efectuó en 1959, hacia la entrada principal en Avenida Universidad, como si eso fuera una alegoría de la preeminencia de su actividad.[14] Las nuevas instalaciones comprendían oficinas administrativas y de edición y una nave industrial de mil metros cuadrados donde se colocaron los servicios de fotolito, linotipo, prensa plana, doblado, guillotinado y encuadernación.
A propósito de las festividades del iv Centenario de la Universidad de México se determinó que las publicaciones llevaran como lema Novi Lux Orbis Quater Saecularis Anima Patriae (Luz del nuevo mundo, cuatro siglos vida del país).[15] Hubo una serie de volúmenes conmemorativos que cubrían distintos aspectos de la Universidad, sus instalaciones, su historia su organización. Fue toda una introspección: Coatlicue: estética del arte indígena antiguo de Justino Fernández; El antiguo colegio de San Ildefonso de José Rojas Garcidueñas; El Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo de Clementina Díaz y de Ovando; El Palacio de Minería de Justino Fernández; El pensamiento mexicano en los siglos xvi y xvii de José Manuel Gallegos Rocafull; Ensayos sobre la Universidad de México de Pablo Martínez del Río et al.; Historia jurídica de la Universidad de México de Julio Jiménez Rueda; Homenaje ecuménico a la Universidad; La Facultad de Medicina de Francisco Fernández del Castillo; La idea del descubrimiento de América. Historia de esa interpretación y crítica de sus fundamentos de Edmundo O’Gorman; La Iglesia y el convento de San Agustín de Manuel Romero de Terreros; La Real y Pontificia Universidad de México. Antecedentes, tramitación y despacho de las reales cédulas de erección de Sergio Méndez Arceo; Las finanzas de la Universidad a través del tiempo de José Attolini; y Vida y costumbres de la Universidad de México de Vicente T. Mendoza.
En estos años se editaron la mayoría de los tomos de las obras completas de Justo Sierra, editadas por Agustín Yáñez con motivo del primer centenario del nacimiento del fundador de la Universidad, además de títulos como Pensamiento y destino de la Ciudad Universitaria de México de Carlos Lazo (1952), los tres tomos del Diccionario biográfico de historia antigua de Méjico de Rafael García Granados (1952-1953), El proceso ideológico de la Revolución de Luis Villoro (1953), el Primer Censo Nacional Universitario 1949 (1953), la Memoria del Congreso Científico Mexicano, Un siglo de Revolución de Felix Gross y Rex Hipper (1959) y Mujeres de México de Elena Poniatowska (1959). Mención aparte debe tener el proyecto de las obras completas de Francisco Hernández que fue anunciado en Gaceta unam el 15 de abril de 1957 y que implicó la publicación de siete volúmenes, uno de ellos en dos partes, entre 1960 y 1985.
Imagen 4. Francisco Hernández, Obras Completas, t. i, unam, 1960. Biblioteca Nacional de México.
La obra fue acompañada de estudios, notas y aclaraciones y a esa complejidad vigilada por una comisión le correspondió una presentación artística. Fue un trabajo hecho en linotipo, con viñetas y grabados, de una gran magnitud. “La edición ha sido objeto de grandes elogios en México y en el extranjero”.[16]
La colección Nuestros Clásicos se presentó en 1957, bajo la dirección de Pablo González Casanova, con el propósito de llevar las obras consagradas de todos los tiempos a manos de la comunidad universitaria. La maquetación fue realizada por Joaquín Díez-Canedo y el diseño de la cubierta blanca original fue responsabilidad de Carlos Mérida. El texto de presentación es el siguiente:
El repertorio clásico incluye y representa los antecedentes de nuestro espíritu y es base ineludible de la cultura nacional. Al publicarlo bajo su escudo, la Universidad renueva su fe en los supremos valores del pensamiento, del arte y del saber, y los pone en manos de los estudiantes en ediciones accesibles por sus especiales características bibliográficas.[17]
El primer número fue Antología de la poesía latina con selección, versión rítmica, prólogo y notas de Amparo Gaos y Rubén Bonifaz Nuño.
Imagen 5. Antología de la poesía latina, México, unam (Nuestros Clásicos), 1957.
Los autores que se han incorporado son esenciales para una amplia cultura general. Así han aparecido obras como La Regenta de Leopoldo Alas Clarín; Orgullo y prejuicio de Jane Austen; Cumbres borrascosas de Emily Brontë; El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad; Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam; Madame Bovary de Gustave Flaubert; Agudeza y arte del ingenio de Baltazar Gracián; El suicidio de Emile Durkheim, Dublineses de James Joyce; Moby Dick o La ballena de Herman Melville; Ensayos escogidos de Miguel de Montaigne; Doña Perfecta de Benito Pérez Galdós; Cuentos escogidos de Edgar Allan Poe; ¿Qué es el tercer estado? de Emmanuel Sieyès; o Victorianos eminentes de Lytton Strachey. En los prólogos participan escritores prominentes como Juan José Arreola, Max Aub, Agustí Bartra, Huberto Batis, Rosario Castellanos, Juan Comas, Salvador Elizondo, Justino Fernández, Margit Frenk, Carlos Fuentes, José Gaos, Antonio Gómez Robledo, Juan Manuel Lope Blanch, Ernesto Mejía Sánchez, Agustín Millares Carlo, Carlos Montemayor, Federico Patán, Sergio Pitol, Luis Rius o Luis Villoro. En 1978 se incorporó a esta colección el proyecto Shakespeare encabezado por María Enriqueta González Padilla.
La colección Nuestros Clásicos fue dirigida en 2015 por Hernán Lara Zavala, quien la tomó en 2011 después de que estuvo acéfala desde el fallecimiento de Augusto Monterroso en 2003. Nos dice Lara Zavala:
El objetivo de Nuestros Clásicos es dar a conocer textos canónicos de la literatura universal, que han marcado a la humanidad a lo largo de los siglos, en versiones y traducciones cuidadas, en ocasiones anotadas, con un prólogo que ubique al lector dentro del contexto de la obra.[18]
La nueva imagen de Nuestros Clásicos, según lo expresó Lara Zavala, contiene colores llamativos y la imagen del autor en la primera de forros: “Lo importante de la nueva imagen es el autor, por lo que ocupa la mayor parte de la portada”.[19]
Imagen 6. Antología de la poesía latina, 2ª. ed., México, unam (Nuestros Clásicos), 2014.
La Nueva Biblioteca Mexicana y Voz Viva de México
La Nueva Biblioteca Mexicana apareció en 1959 por una colaboración entre la Dirección General de Publicaciones, el Centro de Estudios Literarios y la Coordinación de Humanidades.[20] En su presentación se declaró como su finalidad de “llenar el vacío existente en el ámbito bibliográfico nacional de obras de producción mexicana, ya que muchas obras clásicas de la tradición nacional quedan fuera de los tirajes”.[21] En ese sentido, se pusieron al alcance de los especialistas las obras fundamentales de ensayistas, filósofos, científicos, periodistas e historiadores mexicanos o extranjeros que han tenido influencia decisiva en la cultura nacional como Antonio Caso, Lázaro Cárdenas, José Tomás de Cuéllar, José Joaquín Fernández de Lizardi, José Gaos, Giovanni Francesco Gemelli Careri, Manuel Gutiérrez Nájera, Martín Luis Guzmán, fray Servando Teresa de Mier, Samuel Ramos, Justo Sierra, José Juan Tablada o Julio Torri, con prólogos de personalidades como Antonio Castro Leal, Edmundo O’Gorman, Francisco Larroyo, Fernando Salmerón, Raúl Cardiel Reyes, Andrés Lira, Clementina Díaz y de Ovando o Leopoldo Zea. El Consejo Consultivo de esta colección fue formado por especialistas en filosofía, ciencias, derecho, sociología, economía, historia, literatura y filología. El diseño del formato que originalmente la uniformó fue creación de Francisco Díaz de León. En 2015 su director fue Miguel León-Portilla.
Imagen 7. Juan Díaz Covarrubias, Obras, t. i, México, unam (Nueva Biblioteca Mexicana), 1959. Biblioteca Nacional de México.
En 1959 se inició también una colección de voces grabadas Voz Viva de México. Más de 160 acetatos y 170 discos compactos con voces como León Felipe, Jaime Sabines, Octavio Paz, Rosario Castellanos, Salvador Novo, Juan Rulfo, Jaime Torres Bodet, Martín Luis Guzmán, Artemio de Valle Arizpe, José Gorostiza, Juan José Arreola, Carlos Fuentes, Vicente Leñero, José Revueltas o Alejandro Aura, avalan el proyecto. La Unión de Universidades de América Latina solicitó que se ampliara el campo de cobertura de la colección a Hispanoamérica y fue creada la serie Voz Viva de América Latina con Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, José Lezama Lima, Julio Cortázar, Mario Benedetti, Ernesto Sábato o Gabriel García Márquez. En 2005 la colección Voz Viva de México quedó inscrita en el Registro de Memoria del Mundo de la Unesco.[22]
A principios de la década de 1960 se fundó la colección Poemas y Ensayos, foro internacional donde se dan cita a autores de renombre. Ahí se encuentra Epigramas de Ernesto Cardenal (1961), Los elementos de la noche de José Emilio Pacheco (1963), Poemas y ensayos de Jorge Cuesta (1964), La imagen en el espejo de Julieta Campos (1965), Las peras del olmo de Octavio Paz (1965), Cada cosa es Babel de Eduardo Lizalde (1966), Materia memorable de Rosario Castellanos (1969), Oficio de leer de Julieta Campos (1970), El jardín de la luz de David Huerta (1972), Contracorrientes de Tomás Segovia (1973), Se llama como quieras de Marco Antonio Montes de Oca (1974), Cómo se pasa la vida… de Ricardo Garibay (1975), Nocturna palabra de Elías Nandino (1976), Ciegamente los ojos de Hernán Lavín (1977), Travesía de la noche de Rafael Segovia Albán (1979), Las oscuras versiones de Enrique Fierro (1980), Entrada en materia de Juan García Ponce (1982), Del regreso de Juan Andrés Ordoñez (1988), El señor Teste de Paul Valéry con traducción de Salvador Elizondo (1991) y Hábitos de Fernando Curiel (2005). Actualmente su director es Marco Antonio Campos.
Para 1962, Rubén Bonifaz Nuño fue nombrado el director general de Publicaciones, cargo que ocuparía hasta 1966. Fue sucedido en el cargo por Huberto Batis (1967) y Rafael Moreno (1968-1970). A él le tocaría la separación de la Difusión Cultural determinada en 1965. Entre las letras universitarias de ese tiempo se cuentan obras de literatura fundamentales en cualquier biblioteca mexicana contemporánea como: Las peras del olmo de Octavio Paz (1957) y Recuento de Poemas de Jaime Sabines (1962). Otros títulos importantes fueron El desarrollo de la comunidad de Ricardo Pozas Arciniega (1961), Apuntes históricos de la Escuela Nacional de Medicina de Luis E. Ruiz (1963), Estudios de arte y estética de Samuel Ramos (1963) y Pintura colonial en México de Manuel Toussaint (1965).
En 1967 inició su circulación la colección Lecturas Universitarias, que estaba pensada para los estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades. Su finalidad era “ampliar el conocimiento de problemas humanos”.[23] Comprendía en un principio diez antologías de textos fundamentales que fueron ampliándose para cubrir las materias de arqueología, historia nacional, historia mundial, derecho, estética, geografía, medicina y comunicación.
Imagen 8. Juan Comas, Unidad y variedad de la especie humana, México, unam (Lecturas Universitarias), 1967.
Entre sus títulos se encuentran Antología. El pensamiento de la reacción mexicana de Gastón García Cantú (1986), Antología. Textos de estética y teoría del arte de Adolfo Sánchez Vázquez (1972), Antología de textos sobre lengua y literatura de Ana Elena Díaz Alejo y Beatriz Espejo (1999) y México en el siglo xix. Antología de fuentes e interpretaciones históricas compilado por Álvaro Matute (2013). En 2015, el director de la colección es Álvaro Matute.
Después de la ocupación militar de las instalaciones universitarias, durante el movimiento estudiantil de 1968,[24] la actividad editorial universitaria se vio afectada presupuestal y estructuralmente por lo que los años setenta fueron de reconstrucción, pero también de masificación ante el incremento en la demanda de los servicios educativos. Entre 1971 y 1972 la unam instauró los cinco planteles del Colegio de Ciencias y Humanidades, como una alternativa al sistema preparatoriano de bachillerato. En 1974 se creó la Universidad Autónoma Metropolitana y entre 1974 y 1977 la unam abrió Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales (enep), que eran campus alternos.
Alberto Dallal estuvo entre 1966 y 1967 al frente del Departamento de Distribución de Libros Universitarios. Ese departamento se separó de la Dirección General de Publicaciones en 1968, con las funciones de promover y fomentar a nivel nacional e internacional las publicaciones universitarias, organizar, controlar y supervisar las operaciones del sistema de librerías, controlar las existencias del almacén de libros, planear y efectuar la publicidad, formular el catálogo general de publicaciones, planificar la producción de reimpresiones, reediciones, adaptaciones y traducciones y promover las publicaciones universitarias en congresos, exposiciones, ferias, conferencias y lugares públicos.[25] Al año siguiente, 1969, el Departamento se reestructuró para convertir la distribución en una actividad de apoyo de la edición y abrió la Librería de Insurgentes ubicada en Avenida de los Insurgentes 299 en la colonia Hipódromo Condesa, librería que contaba con una sala de conferencias en la que diversos escritores presentaron libros. La presencia en medios de comunicación de los libros universitarios aumentó. Bajo esa tónica, en septiembre de 1970, en el Palacio de Bellas Artes, se inauguró una exposición editorial de la unam.[26] Se exhibieron mil títulos salidos de la Imprenta Universitaria, algunos de ellos rarísimos, en 26 vitrinas. La curadora de la exposición fue Helen Escobedo, directora del Museo Universitario de Ciencias y Artes.
En agosto de 1987 se efectuó en el campus central la Semana del Libro Universitario, que fue el preámbulo de la Feria del Libro Universitario.[27] Fue una manera de sanear el inventario de libros de las instalaciones de Portoalegre que pasarían a Ciudad Universitaria.
Ese mismo año de 1987 comenzó la formación de la Biblioteca de Letras, que dio cabida a los estudios literarios en lengua castellana, ensayos, novelas breves, poemarios, ediciones críticas, antologías; con la pretensión de arraigar una identidad nacional. En esa colección se han publicado, entre otros, Alción muerto de Guillermo Landa (1987), Caserías de Eduardo Casar (1993), Conquistar el eco. La paradoja de la conciencia criolla de Ignacio Osorio Romero (1989), El balcón barroco de Noé Jitrik (1988), El espacio del deseo de Eugenia Revueltas (1997), En religiosos incendios de Beatriz Espejo (1995), Iniciales (siglos xvii y xviii) de José Balza (1997), La mirada y la melancolía. Elementos para una poética de la fluidez de Ruxandra Chisalita (1993), Las novelas en el Quijote (Amor, libertad, imaginación) de Hernán Lara Zavala (1988), Los caminos de la creación en Juan Rulfo de Sergio López Mena (1993), Los nuevos territorios (notas sobre la narrativa mexicana) de Federico Patán (1992) y Voluntad de ser. El puro amor y sor Juana de Víctor Gerardo Rivas (1995).
Imagen 9. Beatriz Espejo, En religiosos incendios, México, unam (Biblioteca de Letras), 1995.
El 20 de mayo de 1988 se estableció el Día del Libro Universitario, que se fijó el 21 de julio por ser el de aniversario del inicio de los servicios libreros en Ciudad Universitaria.[28] Cada año a partir de esa fecha, y por treinta días, habría eventos especiales con descuentos atractivos.
De finales de la década de 1980 procede la Biblioteca del Editor de la Dirección General de Fomento Editorial formada por textos relacionados con la cultura del libro, que estudian desde el lenguaje escrito, hasta los múltiples pasos que conforman el proceso de su publicación, su distribución y el fenómeno de la lectura. Esta colección es la bibliografía fundamental de la cultura impresa para mexicanos y extranjeros. Está formada por: Acerca de la edición de libros científicos de Luis Estrada et al., Autores universitarios: el libro y las vocaciones de Rafael Lemus Olvera, Breve historia del libro en México de Ernesto de la Torre Villar, De la investigación al libro. Estudios y crónicas de bibliofilia de Lauro Zavala, Ediciones de y en artes visuales: lo formal y lo alternativo de Graciela Kartofel y Manuel Marín, El arte de la traición: o los problemas de la traducción compilado por Elsa Cecilia Frost, El arte editorial en la literatura científica de Arturo Sánchez y Gándara, Fernando Magariños Lamas y Kart Bernardo Wolf, El libro y sus orillas. Tipografía, originales, redacción, corrección de estilo y de pruebas de Roberto Zavala Ruiz, Elogio y defensa del libro de Ernesto de la Torre Villar, En-torno al libro universitario: un diálogo con sus autores de Alejandro Aréchiga Janet, Ex libris y marcas de fuego de Ernesto de la Torre Villar, Ilustradores de libros. Guion biobibliográfico de Ernesto de la Torre Villar, Introducción a la edición digital de Isabel Galina y Cristian Ordoñez, La actividad editorial universitaria coordinado por Arturo Souto Mantecón, La crítica literaria de Federico Patán, Lectura y cultura de Noé Jitrik, Los otros libros: distintas opciones para el trabajo académico de Raúl Renán, Manual de xilografía de Tomás Ortiz, Metalibro. Manual del libro en la imprenta de Bulmaro Reyes Coria, Normas técnicas y de estilo para el trabajo académico de Miguel López Ruiz, Por entregas: el ensayo periodístico y sus derivados de Héctor Perea y Tlacuilo de Enrique Escalona con prólogo de Arturo Azuela.
Imagen 10. Ernesto del Villar, Breve historia del libro en México, México, unam (Biblioteca del editor), 1987.
A principios de la década de 1990 la Dirección General de Publicaciones comenzó a publicar la colección El Ala del Tigre, que tomó su nombre de una recopilación de poemas de Rubén Bonifaz Nuño. Las ediciones de bolsillo, sumamente cuidadas, se imprimieron en materiales finos que incluían un guardapolvo con papel cebolla. Su labor cultural fue única y significativa porque no sólo dio un foro a los poetas contemporáneos sino que incluyó poetas noveles. Entre sus títulos están Algo más que campanas de Fidela Cabrera (1992), Catulo en el destierro de José Ángel Leyva (1993), Concierto para un hombre solo de Samuel Ronzón (1991), Confesiones del Lobo Sapiens de Hernán Lavín Cerda (1992), Cuánto silencio debajo de esta luna de Darío Jaramillo (1992), Desasosiego del corazón de Margarita Peña (1993), El arcángel ebrio de Jorge Fernández Granados (1992), El ojo de la creación de Angelina Muñiz-Huberman (1992), En las pupilas del que regresa de Francisco Hernández (1991), Es agua esta luz de Saúl Juárez (1995), Historia natural del olvido de Freddy Domínguez Narez (1993), Hotel Zafiro de Marcela Fuentes-Berain (1992), La semilla en la herida de Luis Mario Schneider (1995), Las cosas como son de Jorge Timossi (1995), Llanto de la espada de Eduardo García Aguilar (1992), Los lobos viven del viento de José Francisco Conde Ortega (1992), Que no se vaya el viento de Carmen Villoro (1990), Reloj de Malvarena de Roberto Rico (1991), Rumor como de labios de Ramón Bolívar (1991), Silente 20 de Carlos Oliva (1992), Temblor del tiempo de Elia Espinosa (1991), Travesía de fuegos perseguidos de Javier España (1993) y Trova de agua de Ricardo Pérez Montfort (1993).
Entre las colecciones universitarias creadas a mediados de la década de 1990 destaca Al Siglo xix. Ida y Regreso. La idea de ida y regreso remite al doble viaje, el de investigación hacia el pasado y el del rescate de aquellas obras decimonónicas que por diversas razones no han sido reeditadas o son de difícil acceso. Su director es Vicente Quirarte. Varios de sus títulos han sido un verdadero acontecimiento editorial. Entre ellos están: Cartas de viaje desde México de Eduard Seler (1998), Cartas sobre Roma de Agustín Rivera (2015), El bar. La vida literaria en México en 1900 de Rubén M. Campos (2013), Fue en aquella Ciudad de México. Episodios y crónicas del siglo xix compilada por Marco Antonio Campos (2011), La canción del Hada Verde de María Emilia Chávez Lara (2012), Los poetas mexicanos contemporáneos de Manuel Puga y Acal (1999), Nieblas londinenses y otros poemas de Balbino Dávalos (2007), Nueva galería de fantasmas de Enrique Fernández Ledesma (1995), Panorama mexicano 1890-1910. Memorias de Ciro B. Ceballos (2006), Simplezas y otros cuentos… de Laura Méndez de Cuenca (2010) y Visión y sentido de la plástica mexicana de Manuel Gustavo Revilla (2006).
Pequeños Grandes Ensayos y Relato Licenciado Vidriera
Dos colecciones nuevas de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial destacaron en 2003. Pequeños Grandes Ensayos difunde, en breves volúmenes, el fruto de la aguda reflexión, el análisis o la crítica de célebres autores de todas las épocas, lugares y orígenes. Está conformada por textos muy breves de prosa estética que son muestra de lo más acabado de las posibilidades estilísticas en el género ensayístico. Se privilegian los ensayos escasamente accesibles por estar en costosas antologías, o por no haber sido traducidos en mucho tiempo. Los presentadores deben ser especialistas en el tema como Adolfo Castañón, Gonzalo Celorio, Bolívar Echeverría, Hernán Lara Zavala, Luis Leal, Rafael Lemus, Carlos Llano Cifuentes, Silvia Molina, Laura Emilia Pacheco, Sara Poot, Vicente Quirarte, José Luis Rivas, Paulina Rivero Weber, Antonio Saborit, Raquel Serur, Ignacio Solares, Álvaro Uribe o Ernesto de la Torre Villar. En ella se han publicado, entre otros, los títulos A los jóvenes poetas de Rainer Maria Rilke y Charles Baudelaire, Al cumplir ochenta de Henry Miller, Apuntes para mis hijos de Benito Juárez, Apuntes sobre el arte de escribir cuentos de Juan Bosch. Areopágitica. Discurso del Sr. John Milton sobre la libertad de prensa sin licencia ante el Parlamento de Inglaterra de John Milton, Biografía de Thomas Carlyle, Carta a sor Filotea de la Cruz de sor Juana Inés de la Cruz, Crítica literaria de Charles Baudelaire, Crónica trunca de días excepcionales de Octavio Paz, De mi propia vida de David Hume, Del deber de la desobediencia civil de Henry D. Thoreau, Discurso sobre el estilo de Georges-Louis Leclerc conde de Buffon, Discurso sobre la dignidad del hombre de Giovanni Pico Della Mirandola, El arte de caminar de William Hazlitt y Robert Louis Stevenson, El arte de la ficción de Henry James y Robert Louis Stevenson, Elogio de los amanuenses de Johannes Trithemius, Estar enfermo de Virginia Woolf, La muerte de Dios de Friedrich Nietzsche, Las dos culturas de C. P. Show, Las manos de Jacob, de Aldous Huxley y Sherwood Anderson, Memorias escritas desde Liorna de Agustín de Iturbide, Sobre el sentimiento de la inmortalidad en la juventud de William Hazlitt, Sobre la melancolía de los sastres de Charles Lamb, Un cuarto propio de Virginia Woolf y Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes.
La colección Relato Licenciado Vidriera está especializada en narrativa breve. Sus fines, además de renovar el ofrecimiento a los lectores de las letras clásicas o permanentes, son dar continuidad a la labor de difusión de las grandes colecciones universitarias y poner énfasis en los textos intermedios entre el cuento y la novela. El nombre se tomó de El Licenciado Vidriera, una de las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes Saavedra, publicadas en 1613. En ella, el protagonista Tomás Rodaja, después del paroxismo que le produjo comer un membrillo toledano hechizado, despierta “loco de la más extraña locura que entre las locuras hasta entonces se había visto” pues se creyó hecho de vidrio adquiriendo un insano temor a ser roto y cambiando su nombre a Licenciado Vidriera. Sergio Fernández escribe en el prólogo a la edición de la unam: “la novela es una alegoría de la vida ya que, bien visto, todos somos de vidrio”.[29] Aunque la colección fue planteada como de novela corta, lo que tiene connotaciones no sólo de extensión sino del tratamiento del tema y la configuración de personajes, se prefirió relato. La razón de llamar a la colección “relato”, nos dice Lara Zavala, “obedece también a un intento de bautizar, de una vez por todas, un género que en español ha requerido siempre de explicaciones o aproximaciones: cuento largo, noveleta y novela corta. Y ya que el cuento y la novela están perfectamente identificados ¿por qué no llamarle a este género a caballo simplemente relato?”.[30] Entre quienes han realizado las introducciones están Héctor Orestes Aguilar, Emmanuel Carballo, José Ricardo Chaves, Belem Clark, Juan Coronado, Fernando Curiel, Miguel Ángel Echegaray, Beatriz Espejo, Sergio Fernández, Ambrosio Fornet, Víctor Herrera, David Huerta, Hernán Lara Zavala, Óscar Mata, Rafael Humberto Moreno Durán, Rafael Olea Franco, Phillipe Ollé, María Rosa Palazón, Pedro Ángel Palou, Vicente Quirarte, Alfredo Reyes López, Jorge Ruedas de la Serna, Guillermo Samperio, Ignacio Solares, Blanca Treviño y Valquiria Wey. Entre los títulos que pertenecen a la colección están 50 topos de Günter Eich, Antonia de Ignacio Manuel Altamirano, Autobiografía de san Ignacio de Loyola, Dama de Corazones de Xavier Villaurrutia, De obscuras extranjerías de Yolanda Oreamuno Unger, Dos novelas a Marcia Leonarda de Lope de Vega, El coloquio de los perros de Miguel de Cervantes Saavedra, El crimen de Tapuio de José Verissimo, El cristo negro de Salarrué, El evangelista de Federico Gamboa, El hombre que parecía un caballo de Rafael Arévalo Martínez, El Licenciado Vidriera de Miguel de Cervantes Saavedra, Junto a los ríos de Babilonia de Stephen Vincent Bénet, La amortajada de María Luisa Pombal, Los diez mejores cuentos mexicanos del siglo xx selección e introducción de Luis Leal, Margarita de niebla de Jaime Torres Bodet, Mors ex vita de Clemente Palma, Novela como nube de Gilberto Owen, Polvos de arroz de Sergio Galindo, Tierra de Gregorio López y Fuentes, Torotumbo de Miguel Ángel Asturias y Un destripador de antaño de Emilia Pardo Bazán.
Ninguna institución de educación en México tiene un catálogo histórico comparable a la unam, sin embargo no se cuenta con información exacta del repertorio bibliográfico universitario. El Centro de Información Libros unam estimó en el año 1999, tomando en consideración varios catálogos editoriales y bibliotecarios, índices de producción e informes, que históricamente la unam había editado 20 mil primeras ediciones de libros, y en 2015 pasó las 40 mil.
En más de un siglo de existencia la unam ha creado o participado 650 colecciones y 350 series. Otras universidades cuentan con grandes colecciones como la Biblioteca del Universitario de la Universidad Veracruzana; Excelencia Académica de la Editorial Universitaria de la Universidad de Guadalajara; Cultura Universitaria de la Universidad Autónoma Metropolitana; o la Biblioteca de la Universidad Michoacana de la Benemérita Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; pero la unam cuenta con un grupo de colecciones emblemáticas: Biblioteca de Letras, Biblioteca del Editor, Biblioteca del Estudiante Universitario, Bibliotheca Scriptorvm Graecorvm et Romanorvm Mexicana, Cuadernos del Instituto de Biología, Lecturas Universitarias, Material de Lectura, Nuestros Clásicos, Nueva Biblioteca Mexicana, Pequeños Grandes Ensayos, Rayuela Internacional, Relato Licenciado Vidriera y Voz Viva de México.[31]
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A decir del libro La Universidad en el espejo, lo que se conocía como Imprenta Universitaria y actualmente es la Dirección General de Publicaciones, fue el resultado de la iniciativa vasconcelista para hacer llegar a los lectores las obras clásicas de todos los tiempos. El proyecto se inició en 1921, cuando el Gobierno de la República dispuso que los Talleres Gráficos quedaran a cargo de la Universidad. Entre 1921 y 1924, José Vasconcelos impulsó, desde la Universidad y desde la Secretaría de Educación Pública (sep), la publicación masiva de libros, entre los que se encontraban La Iliada, La Odisea, La Divina Comedia, El Quijote, así como textos de Platón, Plotino, Shakespeare, Lope de Vega, Calderón, Tolstoi, Goethe y antologías de poesía latinoamericana, entre otros, en tirajes de treinta mil ejemplares por título. Hacia 1933, la Universidad contaba con un servicio editorial encargado de recoger los materiales que se publicarían, enviarlos a talleres particulares para su impresión, corregir las pruebas y distribuir los libros en el extranjero. Sin embargo, y debido a las dificultades que la Universidad tuvo con las imprentas particulares encargadas de las ediciones universitarias, se decidió fundar la imprenta Universitaria [entonces adscrita al Departamento de Acción Social, hoy llamada Coordinación de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam)], proyecto que inició en 1934 bajo el rectorado de Gómez Morín. Sus primeras instalaciones se ubicaron en la calle de Bolivia 17 y el primer título publicado en ella fue el Manual del linotipista, escrito por el cooperativista Ernesto Rodríguez.
En agosto de 1955, la Imprenta pasó a ser una subdependencia de la Dirección General de Publicaciones y amplió sus objetivos y sus funciones. Su primer titular fue Henrique González Casanova y hacia 1959 fue trasladada a la Ciudad Universitaria, donde se encuentra actualmente.
Hoy, la Imprenta se encarga, sobre todo, de las colecciones y publicaciones de la Coordinación de Humanidades de la unam, así como del asesoramiento y apoyo a las labores editoriales del resto de las dependencias universitarias. De los 700 a 750 títulos que la Universidad publica anualmente, la Dirección General de Publicaciones imprime entre 100 y 120; el resto de la producción editorial está a cargo de las distintas facultades, institutos, centros de investigación y otras dependencias universitarias.
Vicente Quirarte, responsable de la Dirección General de Publicaciones de 1989 a 1997, explica que la imprenta “cuenta con máquinas centenarias, linotipos, offset, prensas planas y computadores Macintosh, lo cual a veces permite darle al libro todavía ese carácter artesanal que es muy hermoso: el avance de la página, el relieve de la tinta. Los volúmenes están hechos según el criterio de durabilidad y resistencia, lo cual incluye el cosido del lomo y el empleo frecuente de papel con alto grado de resistencia, pues el libro tiene que ser un objeto resistente; la idea del libro desechable no tiene nada que ver con la Universidad”.
La Dirección considera al libro universitario como un proyecto ligado fundamentalmente a la cultura nacional, y sus principales propósitos son facilitar a los estudiantes y especialistas el acceso a títulos y obras que, pese a su importancia, no podrían conseguirse por otras vías, y privilegiar el servicio a los maestros, estudiantes, investigadores y otros miembros de la comunidad universitaria. La Dirección cumple, así, con las tres funciones básicas de la Universidad: docencia, investigación y difusión de la cultura. En estas tres funciones se inspiran las distintas colecciones de la Coordinación de Humanidades, cuya responsabilidad recae en la Dirección General de Publicaciones; ellas son la “Biblioteca del Estudiante Universitario”, creada por iniciativa de Francisco Monterde en 1939, y cuyo propósito es publicar obras fundamentalmente históricas o literarias de difícil acceso para los estudiantes, en ediciones sencillas y con prólogos escritos por especialistas. Esta colección incluye obras sobre los distintos periodos de nuestra historia, desde la Conquista hasta el siglo xx.
La “Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana” apareció en 1944 con el propósito de poner a la mano de los estudiosos de la filosofía, la ciencia y la literatura grecolatinas textos clásicos en la lengua original en la que fueron escritos, acompañados de traducciones y estudios realizados por reconocidos investigadores de la unam.
La colección “Poemas y ensayos” dio inicio en 1950 y está dedicada a la publicación de diversos géneros (poesía, cuento, ensayo y textos misceláneos); en ella han aparecido obras de autores principalmente mexicanos, reconocidos a nivel mundial. Esta colección ha sido dirigida, entre otros, por Jaime García Terrés, Juan García Ponce y Marco Antonio Montes de Oca.
“Nuestros Clásicos” fue creada en 1957 con el propósito de difundir para el público universitario y extrauniversitario las obras consagradas de la literatura universal, desde la antigüedad grecolatina hasta nuestros días, así como obras de novelistas europeos y latinoamericanos. En 1978 se sumó a la colección el “Proyecto Shakespeare”, que consistía en la edición y traducción de los textos del dramaturgo inglés, con prólogo, traducción y notas de especialistas en la materia.
La “Nueva Biblioteca Mexicana” nació en 1959 y es una de las colecciones universitarias más importantes; incluye la publicación de textos decisivos para nuestra historia cultural, así como las obras completas de escritores mexicanos; en ella se han editado títulos de difícil acceso, precedidos por estudios especializados; asimismo, la colección incluye materiales que muestran la visión que en otras partes del mundo se ha tenido y se tiene sobre México y su proceso cultural.
La colección “Textos Universitarios” se creó en 1966 con la finalidad de brindarle al estudiante obras de importancia en las distintas áreas de conocimiento, así como apoyo en sus estudios e investigaciones. Los materiales publicados han sido elaborados por investigadores de las distintas facultades, centros e institutos universitarios.
La serie “Lecturas Universitarias” se creó en 1970 para brindar a los estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades antologías de materiales básicos y necesarios para cada especialidad. La colección incluye la edición de textos y fuentes primarias de consulta permanente sobre historia nacional y universal, estética y teoría del arte, geografía, derecho, medicina, comunicación y arqueología, entre otras materias.
La “Biblioteca de Letras”, fundada del 1988, publica materiales de crítica y de apoyo a las tareas de investigadores y maestros universitarios, así como a los planes de estudio de las carreras de letras y humanidades. La colección se ocupa exclusivamente de temas relacionados con lengua española reunidos en antologías, epistolarios, ediciones críticas y colecciones de poemas, entre otros.
La colección surgida del Seminario de Estudio para la Descolonización de México propone el análisis serio y riguroso sobre ese episodio de nuestra historia cultural, e incluye polémicas, puntos de vista, y enfoques diversos sobre cuestiones relacionadas con las aportaciones culturales de los antiguos mexicanos. El Seminario cuenta, además, con una publicación periódica llamada Chicomóztoc.
La colección “El ala del tigre” –título tomado de un poemario de Rubén Bonifaz Nuño– tiene como antecedente la labor realizada por la Imprenta Universitaria, Material de Lectura y Cuadernos de Poesía, cuyo propósito era, entre otros, publicar libros de poetas mexicanos. “El ala del tigre” recupera esta tradición mediante la publicación de las obras de poetas de generaciones recientes, tanto mexicanos como latinoamericanos.
“Al siglo xix. Ida y regreso” es una de las colecciones más recientes de la Coordinación de Humanidades y está dedicada al estudio de uno de los periodos más descuidados de nuestra cultura, el siglo xix; la serie incluye obras y estudios sobre este siglo mexicano, con el fin de ofrecer una visión panorámica de su historia, su literatura y sus costumbres, entre otros temas. Una de sus finalidades es poner a disposición del público los textos del siglo xix que no habían sido reeditados o cuyo acceso era difícil. Además, el título de la colección lleva implícita la idea de ofrecer al lector la historia del siglo pasado vista desde el siglo xx.
La “Colección de Arte”, iniciada en 1957, tiene como propósito difundir aspectos monográficos del arte mexicano de todas las épocas; reúne tanto estudios sobre artistas, como investigaciones sobre algún período o tema relacionado con el arte. Los libros son escritos por críticos e historiadores del arte y por escritores, poetas o investigadores, y vienen profusamente ilustrados.
“Confabulaciones” es una colección que apenas inicia; su título fue elegido como una forma de homenajear a Juan José Arreola, y reúne textos narrativos.
En 1998 se creó la colección “Antologías literarias del siglo xx”, que reúne la obra más representativa en distintos géneros literarios –cuento, ensayo, poesía– en ediciones coordinadas por especialistas.
La Imprenta Universitaria también publica la colección “Políticos Mexicanos” y la “Nueva Biblioteca Mexicana”.
Véase también Librerías Universitarias.
MIEMBROS INTEGRANTES
Bonifaz Nuño, Alberto Publicista
Bonifaz Nuño, Rubén Fue director
Dallal, Alberto Realizó actividades de difusión cultural
Díez-Canedo Flores, Joaquín Director general
Díez-Canedo Flores, Joaquín Fue director editorial
Domínguez, Luis Adolfo Realizó tareas editoriales
González Casanova, Henrique Director
Hernández, Francisco Fue miembro del consejo editorial de la Colección de Poesía, El Ala del Tigre
Lara Zavala, Hernán Director
Leiva, Raúl Editor
Martínez, Javier Director
Montero, José Antonio Trabajó
Monterroso, Augusto Editor
Osorio Romero, Ignacio Director
Perujo, Francisca Trabajadora
Quirarte, Vicente Director
Rossi, Alejandro Coordinador
Segovia, Tomás Colaborador
Toledo, Alejandro Ha sido editor de Material de lectura, Textos de Humanidades, Textos de Ciencias Sociales, La Crítica Literaria en México, Periódico de Poesía y coediciones
Turner Barragán, David Director